Un edificio en llamas primero tiene que apagarse para comenzar su reconstrucción.
Nadie puede comenzar a trabajar si se está quemando por dentro, no soportaría el humo, el calor ni los destrozos que hay dentro, moriría quien lo intente.
-Puede consumirse el fuego en su totalidad o esparcirse por todo el lugar y con los vientos, propagarse y volverse cada vez más destructor.
O puede en el mejor de los casos, ser apagado con un extintor o con cientos de personas ayudando.
-Yo elijo la ayuda, porque no quiero destruir ni que me destruya, elijo tener un fuego “controlado” o descontrolado muchas veces, pero elijo que se siga haciendo cenizas, que salga, que explote, que libere.
Aunque se vea como el peor de los incendios, habrá calma al terminar de apagarse, habrá escombro, habrá dolor, habrá perdida, pero habrá algo mucho más importante, habrán nuevos comienzos.
No se puede seguir arrastrando lo que ya se perdió, porque no se puede seguir huyendo de la que ya no está, ya el caos pasó.
Si se puede volver atrás y mirar que materiales son menos inflamables, más resistentes y con mejores acabados. Eso sí que se puede hacer, pero claro ahora es momento de conseguir el nuevo presupuesto, las nuevas personas que ayudaran a construirlo, es momento de imaginar el diseño, la arquitectura y los colores.
Es momento de volver a creer en tu proyecto, en su funcionalidad y su estructura.
Es momento de confiar en el proceso, en el futuro, en la incertidumbre y así cuando menos lo esperas, estas en el proyecto de la reconstrucción, en el proyecto de los cambios y los nuevos comienzos.
Es momento de juntar los materiales y ponerse en marcha.
Claro, con paciencia y mucho amor.
Porque el resultado valdrá la pena, como la primera vez, pero diferente.
Confiando en que lo que haces es lo mejor que puedes hacer esta vez, aprendiendo y mostrando que sigues, sigues adelante, te preparas, confías y sobre todo lo intentas. Porque…
(vuelve a leer)